31.7.09

Ice Age 3: El origen de los dinosaurios



El hecho de que Ice Age 3: El origen de los dinosaurios (Ice Age: Dawn of the Dinosaurs, 2009), me haya encantado, quizá se vea influido por ser una de las primeras películas que disfruto en pantalla grande desde hace meses. Y Ice Age 3 es, desde luego, para verla en el cine.

No es que sea una película para tirar cohetes, algo que cualquiera que vaya a verla debería tener en cuenta. En ocasiones peca de predecible y convencional; algunas de sus secuencias son cortes que hemos visto ya cientos de veces. Le sobran también dos o tres kilos de cursilería, paternalismo y bollería industrial ñoña made in Hollywood; algo que al parecer es un defecto endémico en la mitad de filmes de animación.

Por suerte, las virtudes de Ice Age 3, tercera parte de la saga de mismo título, son mayores a sus defectos. Podemos considerarla, a grandes rasgos, una película correcta, divertida y bonita, sobre todo, muy bonita. Ofrecerá una buena cantidad de entretenimiento a quien se acerque sin pretensiones: rápidas escenas de acción y aventura junto con el habitual pero siempre simpático humor propio de la animación norteamericana, con algún punto desternillante.

Pero es en el apartado gráfico donde Ice Age 3 brilla con luz propia. La belleza tranquila y agradable de los parajes helados que caracterizan a la saga preparará el terreno para llevar la historia, durante algo más de una hora, a través de un prodigio de colores, formas y paisajes sorprendentes. Cada escenario, cada personaje, cada elemento de la decoración es una obra maestra de ingeniería, una mezcla perfecta de talento, alta tecnología y buen gusto. El dominio exquisito de luces y sombras, texturas, polvo suspendido; la transparencia etérea del hielo y la frescura orgánica de la jungla. Todo ello explota en la pantalla dejando al espectador literalmente boquiabierto y a la espera de contemplar el corte siguiente para seguir maravillándose.

Un espectáculo artístico casi artesanal, que se diría manual si no fuera porque su grandeza denota la intervención de técnicas muy avanzadas; todo ello arropado por una banda sonora sobresaliente, emocionante y muy efectiva, compuesta por el británico John Powell.

Es el flojo argumento, quizá, el mayor de los puntos negativos de la película. La trama nos cuenta cómo Manny, el mamut, se encuentra muy ilusioando a la espera de su primer hijo, lo que despierta las envidias del perezoso Sid. Éste, en el deseo de tener él también su propia familia, roba tres grandes y misteriosos huevos. Le ordenará más tarde el paquidermo que los devuelva, al sospechar que pueden suponer un peligro para la manada. A partir de ahí, no hay nada que no hayamos visto ya mil veces.
No llega, sin embargo, a desmerecer de forma importante el resultado final, pues el apartado gráfico tiene un peso de tal magnitud que logra compensar este y otros defectos. Uno de ellos será quizá el exceso de moralina, que puede resultar molesto, y que ha llegado a provocar la aparición de alguna curiosa e interesante polémica, como ya ocurriera con Ice Age, primer título de la trilogía. Al parecer, es más de uno el que ha encontrado un mensaje subliminal creacionista en esta saga, basándose en su evidente falta de rigor científico.

A este respecto cabe simplemente defender el argumento de la cinta: lo primero que debiera resultarnos sospechoso es que los animales hablen, no que convivan mamíferos y dinosaurios. Y aunque no sería raro que la industria norteamericana intentase colar un alegato religioso, en este caso habrían actuado con tal disimulo que no nos daremos ni cuenta.

Sobre la explicación que el guión da a la descabellada convivencia entre escamosos y peludos, yo sólo diré que me satisfizo mucho encontrar - permítanme la divagación - un clarísimo homenaje al mítico Valle Encantado del enorme Steven Spielberg. Una licencia que se toma el director Carlos Saldanha, y que será bien recibida por los aficionados al cine de grandes lagartos. Tampoco faltan guiños al legendario Parque Jurásico, con algunas referencias que, en mi caso, a punto estuvieron de saltarme una lágrima.

Una película que se ve rápido, que entretiene y que maravilla, en varios momentos, gracias a su cuidada y espectacular realización artística. Muy recomendable para, como suele decirse estúpidamente, niños y mayores. Incluso aunque lleguen a resultar un poco cansinas las apariciones estelares de la ardilla Scrat; los incondicionales de la saga - si los tiene - se sentirán satisfechos, pero yo tuve suficiente ración de bellota con la primera película. Ardilla que, por cierto, tuvo también su controversia.

imagen: Cinissimo, Ciencia y Sociedad


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