23.6.08

Parque Jurásico

La publicación, en el año 1990, por el autor norteamericano Michael Crichton de la novela Parque Jurásico (Jurassic Park en su idioma original) revitalizó el interés del mundo por los dinosaurios y despertó una fiebre que tardó años en disiparse. Sin embargo, fue Steven Spielberg quien, tres años después, provocó el estallido absoluto de locura jurásica con la adaptación al cine de la conocida obra.

La historia nos narra el empeño de John Hammond, multimillonario empresario y mecenas científico del siglo XX, por lanzar al mercado el más fabuloso parque temático de la historia: una reserva biológica que alberga en su interior nada más y nada menos que varias especies de dinosaurios. Para lograr los avales exigidos por sus inversores, necesita la aprobación de un grupo científico, para lo que recibirá la visita del matemático Ian Malcolm, el reconocido paleontólogo Allan Grant y su esposa, la paleobotánica Ellie Sattler.

Parque Jurásico es sin duda una de las películas más influyentes de los años 90 del pasado siglo. No sólo por su aplastante éxito en taquilla; logró más de novecientos millones de dólares en su recaudación mundial, siendo el filme más taquillero de la historia hasta la presentación de Titanic en 1997.

La aventura prehistórica de Spielberg marcó a toda una generación, otorgando a aquellos niños que se habían criado con el dinosaurio como elemento estrella del imaginario popular, la primera oportunidad de verlo ante sí en carne y hueso. Permítanme recalcarlo: la primera oportunidad. Porque podemos declarar a Parque Jurásico, sin miedo al error, renovadora total del cine y sus vías de expresión.

Los poderosísimos efectos digitales, que hoy día nos bombardean en cientos de películas e incluso nos aturden o empachan, no habían aparecido anteriormente en pantalla alguna - excepto como primitivos experimentos - y, desde luego, nunca con el realismo con que lo harían en Parque Jurásico. Incluso me atrevería a situarlos aún hoy entre los mejores de la historia, pues para nada han quedado desfasados con el paso del tiempo; el excelente manejo de las texturas, el juego de luces y sombras, la inteligente combinación entre imagen digital y recreación animatrónica hacen de los dinosaurios de Spielberg una de las creaciones visuales más logradas de la historia del cine.

Sin embargo, no todo en Parque Jurásico es espectacular animación por ordenador. Cuando nos preguntamos por la notable diferencia de calidad entre el moderno cine de acción y el que podía hacerse hace diez o quince años; el motivo por el que una superproducción actual adquiere rápidamente un aire añejo que filmes mucho más antiguos no tienen; nos encontramos entonces con ejemplos de realización magistral como la efectuada por Spielberg y guiones de asombrosa calidad como el adaptado por Michael Crichton.

Parque Jurásico convierte una trama que podía haber resultado vacía en una sustanciosa historia aderezada con el planteamiento de profundos debates éticos, la investigación de los personajes a partir de discretas pero efectivas pinceladas argumentales, un lenguaje estudiado y complejo que sabe siempre situar la frase idónea en el momento clave.

El conflicto entre el poder de la ingeniería genética y la defensa del desarrollo natural de la vida, el peligro de una fuerza que puede resultar tan tentadora como destructiva, es sin duda la más conocida y aceptada aportación de Parque Jurásico a un debate cultural que ya trabajasen autores clásicos como H.G. Wells en La isla del doctor Moureau o R.L. Stevenson con El doctor Jekyll y Mr. Hide.

Sin embargo, algunas otras ideas investigadas por la película de Spielberg han pasado desapercibidas al gran público. Tal es el caso del conflicto entre el poder del dinero y la ética biológica o la ecología, la leve pero decidida crítica a la inmoralidad y los riesgos capitalistas. El multimillonario John Hammond, personaje clave en la trama de Parque Jurásico, es todo un esperpento de esta doctrina económica y también de los valores estadounidenses; inmigrante europeo que abandonó su tierra en busca de fortuna, después de un tortuoso camino consiguió una desbordante fortuna y personificó así el sueño americano. La desgracia sucede cuando, cegado por su inmenso poder financiero y el prestigio que éste le otorga en la sociedad, quiso convertirse en Dios, desafiando a la naturaleza y moldeándola a su gusto y capricho. Incluso cuando pierde el control y la situación se vuelve desesperada y hasta mortal, sigue creyendo que habrá una próxima vez en la que su influencia y sus millones le permitirán alzarse victorioso sobre los hombros de la genética y, por lo tanto, de las ordenanzas más íntimas e inviolables del universo.

Esta arrogancia biológica, esta prepotencia suicida del hombre es ni más ni menos lo que desnuda y critica Parque Jurásico a través de una línea argumental velada pero netamente ecologista, expresada por densas propuestas intelectuales - escenas como el almuerzo convertido en debate sobre la conveniencia de la ingeniería genética, la utilización por los creadores del parque de anteriores y bienintencionados descubrimientos científicos, las capacidades del hombre para modificar la naturaleza en su beneficio -; todo ello enmarcado en una atmósfera de constante tensión, un tratamiento naturalista del terror al que no faltan guiños al cine de serie B, y un espíritu aventurero de los años 90 que resulta tan bien integrado como tierno en nuestros días.

Quedará así Parque Jurásico para la historia del cine: película superventas que se halla entre las diez más taquilleras de todos los tiempos; renovadora absoluta del cine mundial gracias a la consolidación de los efectos digitales; y - quizá menos reconocido pero no menos cierto - verdadero ejercicio de cine inteligente y ecológicamente crítico con una importante carga intelectual.

imagen: the complete movie guide, cinematikal, hollywood-diecast.com

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