26.3.09

El Cuervo 3: La Salvación



El pasado martes La Sexta emitía El Cuervo 3: La Salvación, (The Crow: Salvation, 2000); tercera parte de la trilogía que Hollywood se sacó de la manga a partir de El Cuervo (The Crow), cinta de culto intachablemente dirigida en 1994 por Alex Proyas.
Es preciso comentar que conseguir una continuación de calidad para dicha película es muy difícil; hay que competir con una dirección impecable, una estética cuidada al milímetro, una banda sonora sobresaliente, un guión de la mayor complejidad y, sobre todo, con la interpretación de un Brandon Lee magistral, inspirado y elevado a la categoría de mito por su triste fallecimiento durante el rodaje.

El mito de El Cuervo, dibujado en 1989 por el autor nortemaericano James O'Barr, nos cuenta la historia de un hombre cruelmente asesinado junto a su esposa que recibe una segunda oportunidad para reparar el daño y lograr así el descanso eterno. Con este argumento se rodaron la primera película y su mediocre secuela, que copiaba a la original de mala manera prácticamente en todo.
El Cuervo 3, en cambio, intentó darle una vuelta de tuerca al mito y precisamente por eso se ha convertido, a mi juicio, en un ejemplo excelente de cómo crear una secuela pésima, un auténtico despropósito, un subproducto de bajo consumo. No sólo es una mala película, que lo es, sino que además, en su arrogante intento de innovar sobre una historia de culto, es además una mala película con pretensiones, lo cual resulta lamentable.

Mientras El Cuervo: Ciudad de Ángeles (The Crow: City of Angels, 1996) pretendía sólo imitar y conseguía, aun siendo un film cutre y mal hecho, al menos entretener; así Bharat Nalluri, director de El Cuervo 3, pretende en cambio construir un argumento nuevo, una película que rompiese con sus antecesoras, y se estrella en el intento.

Si hubiese rodado una cinta de guión excepcional, de originalidad sorprendente, con una trama arrebatadora o con unas interpretaciones brillantes, el intento habría sido, por mi parte, aplaudido. Como espectador soy amigo de la innovación, me gustan las adaptaciones libres y las considero, cuando están bien hechas, un chorro de aire fresco que puede revitalizar viejos mitos oxidados. Pero aquí tenemos dos circunstancias: que el mito del Cuervo no está oxidado (apenas tiene veinte años y, en el cine, aún menos) y que la película que nos ocupa no está bien hecha.

Lo primero que nos desagrada es su aspecto de telefilme. Quien esperase encontrar en el film algo de la vieja y legendaria idiosincrasia de El Cuervo debe ir olvidándolo: se sustituye el atuendo típico de Eric Draven por un uniforme de preso. Y es que en esta entrega el cuervo no es otro que el ingeniosamente nombrado Alex Corvis (del que Eric Mabius saca una lectura plana) que no busca vengarse de quienes le mandaron injustamente al otro barrio, sino de los que consiguieron que, injustamente, fuese ejecutado en la silla por un crimen que no cometió. Primera revisión del mito que a mí, personalmente, no me convence nada.

Por este motivo tenemos que el clásico aspecto del cuervo caracterizado como un arlequín siniestro no se deba al maquillaje, sino a las quemaduras producidas por la sádica máquina de matar norteamericana. Alex Proyas y Brandon Lee nos dejaron una de las escenas más bellas de la película en aquel momento en que Draven decide que ya no es Draven, sino el Cuervo, y cierra esta decisión maquillándose ante un espejo.

Aquí en cambio Bharat Nalluri, el guionista Chip Johannessen y el equipo de maquillaje nos regalan una de las escenas de mal gusto más repugnantes que he visto en mucho tiempo: Corvis, en lugar de maquillarse, consigue sus marcas de arlequín arrancándose su propia carne putrefacta. Les recomiendo que rebobinen si se les ocurre verla.

Desaparecen absolutamente la fantasmagórica belleza, el homenaje a la cultura gótica, la mitología rock que empapaba cada plano del filme de Proyas. En lugar de todo esto se nos ofrece una cinta hueca, de aspecto asquerosamente televisivo, con interpretaciones vacías y en la que los hechos ocurren excesivamente deprisa, sin explicación, como porque sí. Actores de cierto potencial son totalmente desaprovechados - hay una breve aparición de Kirsten Dunst - y el guión parece escrito sobre la marcha.
De esta película merece la pena, tan sólo, su recomendable banda sonora, muy superior a la calidad general de la cinta, y único elemento de la misma que ha sobrevivido al olvido, habiendo obtenido cierto reconocimiento.

Admito, como sin duda podrían echarme en cara los lectores si quisieran, que la presente crítica la escribo totalmente contaminado por la influencia de una de mis películas favoritas. Que no soy en absoluto objetivo porque estoy valorando la continuación de una obra que considero sobresaliente. Pero, ¿hasta qué punto una crítica puede ser objetiva? Y, sobre todo, cabría preguntarse: ¿hasta qué punto puede el cine plantearse sacar sagas a partir de obras de culto? Son incontables los ejemplos de secuelas innecesarias que han explotado de forma lamentable el prestigio de trabajos míticos.

En mi opinión, de revisarse viejos y excelentes productos cinematográficos, debe hacerse, en primer lugar, con la humildad que corresponde a quien mete mano a un mito. Debe hacerse con originalidad, buen hacer, corrección y esfuerzo. El Cuervo 3, por su parte, adolece de mala realización, ambientación cutre, interpretaciones huecas e incluso escenas desagradables. Y se diría que Hollywood no descansará hasta asesinar de una vez por todas al Cuervo (qué paradojico) pues ya está proyectada una innecesaria readaptación del film original. Que no va a alcanzar, ni de lejos, la calidad de la primera entrega es casi seguro; la pregunta es: ¿será aún más mala que El Cuervo 3: La Salvación? Lo tiene difícil.

imagen: A boy and his bird


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6.3.09

Doeo


A través de la página de Carlos González Tardón, Videojuegos: el futuro está en tus manos, he sabido de la existencia de un juego perteneciente a la muy numerosa especie de los programados en flash; Doeo.

El juego esta inspirado en una idea original del programador Takahiro Miyazawa, y desarrollado por un joven diseñador de inquietante trayectoria conocido como Marcus Richert. Citando sus propias palabras, "se trata de un juego minúsculo, cuyo desarrollo estuvo lleno de minúsculos detalles".

Siempre he creído que en materia de juegos flash existen dos vertientes totalmente enfrentadas, a saber: los que buscan entretener, simple y llanamente, aunque sea a costa de mostrar las situaciones más grotescas y vacías de significado, sin aportar nada más al conjunto, y los que aspiran a crear algo hermoso, que trascienda el mero objetivo de conseguir que el usuario no invierta su tiempo en algo más provechoso. Y Doeo se enmarca dentro de este segundo grupo.

Los anteriores proyectos de Raitendo de los que había tenido noticia siempre se han caracterizado, a mi parecer, por ofrecer lo mismo a nivel jugable o de entretenimiento que otros clásicos del género, pero sumándole siempre un toque artístico y muy personal que resulta, permítanme la expresión, maravilloso. Es un juego flash de tantos, perfectamente sencillo, simple hasta lo elemental y con un mecanismo que crea cierta adicción, eso es indudable. Pero todo en él está diseñado de un modo tan colorista, tan cuidado, la música es tan fantásticamente absurda y evocadora, los escenarios se transforman constantemente de manera tan bien integrada, tan fluída... jugándolo yo he sentido como si los años no hubieran pasado y aún estuviera en los humildes salones recreativos (si es que se les podía llamar así) de mi pueblo, haciendo cola para echar una partida a Knights of the Round, Snow Bros o Bubble Bobble. Es, casi casi, como si estuviera disfrutando del inolvidable Baku Baku Animal de Sega Saturn, pero teletransportado al futuro o algo así.

Y usted se preguntará; ¿pero realmente este hombre puede haber sentido tantas cosas jugando a un juego que se completa en unos tres minutos y que, se mire por donde se mire, carece completamente de sentido? La respuesta, indudablemente, es . Los que, como yo, vivimos el inicio de este arte que son los videojuegos -en todas sus formas- desde su más tierna infancia agradecemos, a día de hoy, propuestas que rindan homenaje a su glorioso pasado pero que a la vez dirijan la mirada al futuro. No hicieron falta más que dos botones para que la música, el color, el movimiento y la arrasadora personalidad de un sencillo erizo azul nos conmovieran en Sonic 2; uno para saltar, y otro para moverse.

Lo que quiero decir es que del mismo modo que con el tiempo se ha pasado de Doom a Half-Life, o de Streets of Rage a Max Payne, también casos como este son una evolución. Aunque aquí la evolución es puramente artística, sin complejidades argumentales o escénicas. Puramente artística.

Baste mencionar que el diseño de los niveles está inspirado en cuadros del padre del propio autor, pintor amateur, y que está buscando artistas desinteresados para una secuela de Doeo en la que actualmente está trabajando. Sí algún lector desea contactar con él puede hacerlo a través de su página, arriba enlazada.

A decir verdad, lo que realmente he sentido con este juego ha sido como si realmente hubieran pasado los años, pero hacia un futuro en que los videojuegos -y no hablo sólo de sus creadores- evolucionaran también hacia el arte y no sólo hacia el impersonal imperio del mercado y las productoras. Un futuro utópico, lo sé, pero que yo todavía aguardo, no falto aún de esperanza.

Jugar a Doeo

imagen: zip-zapgames

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4.3.09

Push

Fui a ver Push muy interesado por dos razones. La primera por su temática (los superhéroes nunca me han disgustado, más bien todo lo contrario) y la segunda por su cabeza de reparto, el enorme Djimon Hounsou. Aunque este aluvión de películas sobre superpoderes ha arrastrado una enorme cantidad de basura cinematográfica, quise darle una oportunidad a Push en la creencia de que Djimon Hounsou no trabajaría en una película del corte de Spiderman 3 o Los 4 fantásticos, auténticos despropósitos.

Y ciertamente Push no es un despropósito, pero está muy lejos de ser una buena película. Más bien todo lo contrario, tiene todas las papeletas para acabar siendo considerada como un fracaso estrepitoso, si bien no llega a ello; se salva de ser un insulto al espectador ávido de buenas historias de ficción, pero por poco. Veamos por qué.

La película comienza con un flashback muy convencional, mostrándonos al padre del protagonista encerrado con este en una habitación, huyendo de una especie de cuerpo de operaciones especiales en cuyas manos ambos están a punto de caer. El padre dedica unas palabras que pretenden ser solemnes al hijo, le facilita la huida y finalmente se enfrenta a la desesperada con sus perseguidores, entre quienes se encuentra Hounsou en el papel de Henry Carver, un agente de la División.
Tras este prólogo sigue la secuencia de apertura en la que una voz de niña nos relata el frágil argumento de la obra: tras el final de la Segunda Guerra Mundial, las actividades de la División de lo Paranormal de las SS de Hitler sobre ingeniería genética y potenciación de las capacidades físicas y cognitivas fueron retomados por un organismo secreto estadounidense conocido como la División. En ella se localizan, capturan y entrenan a personas de todo el mundo que nacen con poderes suprahumanos, tales como telequinesia, capacidades curativas, visión del futuro, olfato hiperdesarrollado, control de las ondas sonoras... Y será lo único que sabremos de ellos en toda la película, pues en ningún momento se le contará al espectador, ni directa ni indirectamente, cuáles son las aspiraciones u objetivos de dicha División ni, en definitiva, qué pretenden hacer con todos esos superhombres con los que cuentan.
Y finalmente veremos como una chica escapa de las instalaciones médicas de dicha corporación, ante la mirada de Carver, llevándose algo muy valioso consigo.

Y a partir de ahí, más o menos el minuto 14 de metraje, nada avanzará en la historia, no tendrá lugar ningún giro de guión y tampoco aparecerán personajes de peso, o al menos que enganchen o que tengan un mínimo de carisma.

Tampoco sabemos cómo encajan los protagonistas en la historia. Nick Gant, interpretado por Chris Evans (la Antorcha Humana en Los 4 Fantásticos, por cierto) escapó de la División cuando era niño, donde iba a recibir entrenamiento en telequinesia, o como Quinético, según la nomenclatura del film. Esta le tiene bien controlado, cosa que él sabe y no parece importarle mucho. Por su parte, Cassie Holmes (Dakota Fanning), una niña de trece años, va tras él para proponerle una aventura bastante poco creíble, la búsqueda de una maleta que ha visto en el futuro (pues ella es una Vidente). El tercer elemento de este triángulo lo componen el propio Carver y la chica huida, ambos maestros en el arte del Mentalismo, esto es, penetrar en la mente de los demás e implantar falsos recuerdos, a veces de toda una vida, para ganarse la confianza de otros o impulsarles a actuar de un modo determinado.

Digamos que podría haber existido una especie de combate entre Quinéticos, Videntes y Mentalistas, pues en el bando de la División los malos de la película cuentan con una Vidente china, competidora del personaje de Dakota Fanning por encontrar la maleta antes que ellos, y el guardaespaldas de Carver, un Quinético de gran poder interpretado por Neil Jackson, uno de esos eternos secundarios que con su atractivo y potencial podría llegar muy lejos, pero que no llega.

Yo no pedía mucho de esta película. Sabía que no iba a ser una obra que recordase el resto de mi vida, y sabía que no iba a ser una gran obra de ciencia ficción. Pero al menos pedía ver una película de acción decente. En vez de eso, me encontré con una triste y aburrida parodia de X-Men, sin la profundidad filosófica y social de esta -cosa con la que contaba-, pero también sin ni una de sus magníficas secuencias de acción. Si ni denuncia, ni propone dilemas éticos ni de ningún tipo, y encima aburre, ya me dirán ustedes qué se le puede sacar a esta película.
Si a usted no le gusta Djimon Hounsou ni Dakota Fanning, ni el cine de acción, ni el de superhéroes, ni el de corte fantástico en general, temo que absolutamente nada.
Si por el contrario le gusta algo de lo que he nombrado, como es el caso del que escribe, entonces quizá pueda extraerle algo constructivo y por lo menos disfrutarla un poquito, aunque poniendo mucho de su parte.

Apuntaba maneras, y el argumento era más que adecuado para haber moldeado una gran historia de acción sin muchas pretensiones, si hubiera habido algún combate bien construido entre superhombres -aparte del amago protagonizado por los dos Quinéticos del filme-, o la historia hubiera tenido alguna consistencia, o se hubiera notado esfuerzo por contarla, al menos, de forma ordenada y correcta.
Fue atrevido por parte del guionista David Bourla mostrar las lágrimas de Dakota Fanning temiendo su propia muerte, o intentar crear un final con sorpresa formado por retazos de guión al estilo Memento -desaprovechando, eso sí, el potencial que tiene sumergir al espectador en un mundo de recuerdos cambiantes y pérdidas repentinas de memoria-; pero si él fue el responsable de mostrar constantemente las delgadas piernas de esta joven actriz vestida de prostituta del Retiro sin venir a cuento, o de que nos creyésemos un romance absurdo entre el personaje de Evans y la insulsa Camilla Belle, creo que no le hizo ningún favor a la película. Sobre todo teniendo en cuenta que estamos ante una película rodada por y para adultos, y no para adolescentes. Creo que Paul McGuigan debería dejar de contar con él para futuros proyectos.

Esperaba más del director de El caso Slevin, la verdad. Una chapuza.

imagen: aceshowbiz, estrenoblog, shokya

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