21.6.09

Dead Space

En marzo del pasado año se publicaba el primer número de Dead Space bajo el sello Image Comics, serie de cómics compuesta por seis fascículos y que constituyó el primer capítulo de una trilogía formada por dicho cómic, una película de animación y un videojuego. El guión corre a cargo de Antony Johnston y el dibujo es obra de Ben Templesmith, conocido por ilustrar el cómic de Steve Niles 30 días de noche, así como Fell, trabajo de Warren Ellis.

Dead Space es, sin duda, una saga de irregular calidad y densidad argumental, cuyo producto final se queda muy lejos del zénit que podría haber alcanzado una historia envolvente, atractiva y compleja como prometía ser, con el aliciente añadido de estar contada por medios de expresión tan diferentes como el cómic, el cine y el videojuego. Su pretendida atmósfera de terror sólo se conseguirá realmente con su tercera entrega en forma de videojuego, quizá por estar arropada esta por el género del survival horror, muy apreciado por los jugadores y por ser el ocio interactivo un medio que se presta más a la inmersión por parte del usuario.

La historia general se sitúa en un lejano futuro, en el que la humanidad ha conquistado el Sistema Solar y busca los recursos para mantener su expansión en planetas distantes, de los que arranca gigantescos trozos con naves diseñadas a tal efecto conocidas como planetcrackers. En este futuro, la Unitología, religión fundada doscientos años antes de los acontecimientos narrados en Dead Space, se ha convertido en predominante en la humanidad; los devotos de esta fe veneran a Michael Altman, científico iniciador del credo, al que se atribuye el descubrimiento de un artefacto de controvertida naturaleza, un marker -como se le conoce en la historia-, el cual sostienen que es la clave para lograr trascender la mortalidad. El nudo comienza cuando se descubre un segundo artefacto, similar al primero, en una colonia minera en el planeta Aegis VII, con la consiguiente revolución entre el personal unitólogo de la mina, y el rechazo por parte de los detractores de la fe, y cuyo hallazgo coincidirá con la revelación de un secreto oculto en lo más profundo del planeta.

Este primer capítulo es el que ha dado mejor resultado en conjunto, y goza del guión más sólido y trabajado de la saga, si bien no deja de tener fallas y algún que otro cabo suelto, y los acontecimientos se aceleran demasiado para luego perder casi toda su fuerza durante los números cinco y seis.

Los principales puntos de interés de la obra son su capacidad para crear intriga e interesar al lector -interés que no se verá satisfecho, pero interés al fin- y, sobre todo, el personalísimo estilo de Templesmith, inquietante y siniestro, absolutamente acorde con la historia que pretende contar. Si bien es imposible tener en cuenta este trabajo en solitario, sin oponerlo a los otros dos, aún así lo que comienza siendo un interesante thriller con variados personajes y un dibujo sobresaliente, acaba por convertirse en una sucesión de eventos fácilmente esperables, abandonando completamente un guión que, en apariencia, se estaba mimando poco a poco a la espera de un final acorde a su calidad inicial.

Antony Johnston comienza bien para luego relajarse demasiado, quizá con idea de ceder el turno a Dead Space: Downfall, la película que comprende la segunda entrega de la trilogía. Pero, como he dicho, aunque debe entenderse en el conjunto de la saga, ello no es excusa para el pobre final que mancha un cómic, por lo demás, bastante interesante. Al final la historia sólo da vueltas alrededor de lo que supone el artefacto, de lo que piensan sobre él unitólogos y no unitólogos de la colonia, y de cómo afecta su descubrimiento a todos los miembros de la misma, pero no profundiza ninguna de estas posibilidades, conformando todas ellas, salpicadas por las breves declaraciones de ciertos personajes, un resultado final poco compacto y carente de un verdadero núcleo argumental. Y lo digo y lo repito: si se pretendía preparar el terreno para el segundo y tercer capítulos, estos serán incapaces de cumplir el propósito de ser el cuerpo central del argumento, especialmente la película.

Respecto a los que busquen miedo, que es lo que se ha vendido en todos los medios posibles acerca de la saga, no debe esperarlo en esta primera entrega; causa otras sensaciones, otros sentimientos, pero en ningún momento miedo, ni siquiera esa "cosilla" al pasar las páginas que sólo algunas obras consiguen, aunque no sé si siquiera eso se buscaba aquí. Se trata más bien de una historia de intriga enmarcada en un escenario de ciencia ficción con leves tintes gore, más debidos al particular estilo de Ben Templesmith que al propio guión.

Es inevitable pensar, una vez se ha terminado su lectura, que hubieran sido necesarias muchas más páginas para finalizar debidamente las historias cruzadas de la enorme cantidad de personajes que se ponen en juego, y de las cuales la mayoria terminan de forma forzada y apresurada, unidas en un evento que no desvelaré aquí, pero que no ofrece, reitero, el colofón que una obra tan personal merecía. En vez de eso, todo el argumento se tropieza en un agujero predecible y además aburrido, dos cosas que no sufre en ningún momento el resto del hilo.

Un trabajo que sube y sube para luego caer en picado, cuyo mayor atractivo es su ilustración y el atractivo trasfondo de la historia que cuenta, además de su reducido precio, al menos en Estados Unidos -18 dólares por los seis números, unas 120 páginas-.

imagen: comixaria, ultimapantalla

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opinen.