2.12.08

Quantum of Solace


¿Puede ser James Bond un personaje complejo, repleto de matices y capaz, casi, de hacernos llorar? Ahora, rotundamente, sí. Daniel Craig ha conseguido, a pesar de las absurdas críticas con que su público le obsequió por el gran fallo interpretativo de ser rubio y no espectacularmente guapo, ser con diferencia lo que más brilla en una película que ya brilla por sí sola. Y además repite el milagro, porque no sé qué más se puede decir sobre Casino Royale que no se haya dicho ya, aparte de que es una de las mejores obras de esta extensísima licencia.
Fui a ver Quantum of Solace con el firme deseo de que fuera, por lo menos, tan completa, divertida y endiabladamente entretenida como Casino Royale y, si bien no llega al nivel de aquella, para nada me ha defraudado. Es frenética y le sobra acción, cosa que se debe exigir a toda buena película del género, pero además tiene algo muy de agradecer, y es fluidez. Si bien esto es una constante en las películas de Bond, aquí se hace mucho más patente la calidad con la que está tratado el uso de distintos emplazamientos o giros del argumento, apariciones repentinas de personajes y, en definitiva, todo lo necesario para evitar que el ritmo se embote y el espectador pueda aburrirse. La realización se ahorra datos innecesarios y confía en la atención que este tiene puesta sobre la película.
Como ya dije antes, Quantum of Solace no alcanza el nivel de su predecesora sencillamente porque no puede; la mayúscula sorpresa que este nuevo Bond dio al mundo ya no se puede repetir, pues ya conocemos sus capacidades para crear un personaje totalmente nuevo y distinto a lo anterior. Por otro lado, Marc Foster no podría haber alcanzado nunca el nivel de Martin Campbell en la dirección, por ser este último mucho más experimentado en filmes de acción y haber dirigido antes otro filme de la saga, Goldeneye. Marc Foster nunca había realizado un proyecto del género, aunque le preceden joyas como Monster's Ball (aunque también fiascos como Descubriendo Nunca Jamás).
Pero volvamos a Daniel Craig. Este hombre no sólo ha nacido para actuar, sino que ha nacido para encarnar a James Bond. No se trata del empaque que tiene ni de lo bien que le sienta el esmoquin, algo de lo que ya se ha hablado largo y tendido y que no nos interesa aquí: se trata de que aceptó un reto inenfrentable para muchos actores y ha sabido superarlo no sólo con correción, sino aportando cosas de su propia cosecha y que el personaje no tenía. Es un James Bond joven e inexperto, brusco y en ocasiones difícil de controlar, que afronta sus miedos con una coraza de abulia e indiferencia, aunque por dentro sufre una tortura constante por ser un agente del MI6 -con todo lo que eso conlleva- y a la vez un ser humano normal, que siente como cualquier otro. Todo eso ha sido capaz de expresar Craig con unas pocas palabras y una mirada que atraviesa, y a mi juicio se ha encumbrado ya como uno de los más grandes Bond de la franquicia. Algunos han aducido a que, de tan perfecto asesino, Craig ha llegado a desnaturalizar al personaje, pero en la opinión de quien les habla una saga con 22 películas en su haber debe renovarse a veces de raíz si se quiere evitar que la fórmula se pudra. Se trata de un personaje en plena evolución, que se va dando cuenta poco a poco de lo que significa su trabajo y de lo que hay en juego, y va abandonando su humanidad para convertirse, lentamente, en una máquina que hace lo que se le ordena, de un modo u otro. Pero, señores, para comprender todo esto tienen que verle con sus propios ojos.
Considero que Daniel Craig puede olvidar los temores de que no gustara su último trabajo, pues ya se ha hecho un hueco en el olimpo de los grandes actores. Quantum of Solace es un filme más que recomendable, tanto para amantes de la acción como profanos del género, e incluso para quien no sea fan de Bond, pues merece la pena disfrutar de este actor en su apogeo.

imagen: dvdenlared

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