19.11.08

Saw

Desde su estreno en 2004, esta película del australiano James Wan ha visto cuatro secuelas y está en espera de su quinta y, al parecer, última de la saga. La obra, que ya es un clásico del cine de terror psicológico con tintes de gore, tiene hordas de defensores y detractores. Veamos por qué.
Cuando empecé a ver esta película realmente pensé que estaba ante algo nuevo y realmente interesante. El comienzo es impactante: sin introducción alguna, un hombre despierta en medio de la oscuridad, en una bañera putrefacta. Se descubre encadenado a una tubería, y en compañía de otra hombre también encadenado. Entre ambos, y en un charco de sangre, yace el cadáver de un tercer individuo que parece haberse suicidado hace poco. Los dos comenzarán a conversar con el fin de intentar descubrir por qué están allí, y el modo de escapar.
Este comienzo me enganchó sobremanera y me alentó a pensar que Saw podía ser la película de terror psicológico que había estado tanto tiempo esperando. Pero a los diez o quince minutos de metraje esa esperanza se vino abajo, pues los personajes comienzan a sufrir flashbacks que, si bien están correctamente integrados en la trama, son una elección errónea por parte del director, pues liberan al espectador de la sensación de angustia y claustrofobia que los primeros minutos estaban creando. La dinámica de los flashbacks se convertirá en una constante, por la cual nos veremos constantemente catapultados de la habitación a estos y de estos a la habitación, sin acabar de sumergirnos como es debido ni en una ni en otra situación.
Pero lo peor no es eso, sino la información que nos ofrecen estos recuerdos de los personajes. Mientras que las escenas en la habitación han sido lo más aplaudido del filme por su innovación y realización sobresaliente, las analepsis muestran recursos típicos del thriller, los cuales caen como un jarro de agua fría sobre el espectador que había quedado prendado por los primeros momentos de la película: un policía obsesionado con el asesino, un asesino obsesionado con adoctrinar a sus víctimas, unas víctimas estúpidas que parecen meterse en la boca del lobo... son secuencias prácticamente fuera de la trama, que nos arrancan bruscamente de la acción principal y que quedan muy desligadas de las logradas secuencias de la habitación.
Este efecto tan negativo para el resultado final se comporta como una bola de nieve, y cada vez se va volviendo más abusivo el uso de este recurso y más absurdos ciertos giros del argumento, para acabar desembocando en una situación casi insostenible, de la que yo me estaba temiendo ya lo peor. Pero por suerte, Wan supo redirigir el guión y premia al espectador paciente con un final sorprendente, que se muestra in crescendo, haciendo del último cuarto de hora de metraje un agradable sucesión de golpes de efecto, y le mantiene a uno pegado al asiento sin poder esperar más para saber como se desenlaza la historia.
Respecto a la violencia en Saw, algo sobre lo que se ha escrito mucho y hablado más aún, me veo en la necesidad de desmitificarla. Una de las cosas que hacen de esta película un producto bastante logrado en el género es el hecho de que inquieta y asusta más por lo que no enseña que por lo que sí enseña. Salvo un par de ocasiones puntuales, Saw no tiene la violencia explícita de otras películas; se recrea mucho en lo que podría ocurrirle a la víctima si no logra escapar, o en lo terrible de la situación en que se ve inmersa. Aquí lo que provoca más desasosiego no es la sangre, ni las vísceras, ni los huesos rotos. Es más bien el miedo irracional y absolutamente instintivo que el psicópata consigue provocar en sus víctimas, y cómo estas lo reflejan. James Wan estudió con sabiduría la mente de la masa cinéfila del momento, y explotó como nadie esa parte morbosa que hay en todos nosotros y que nos hace sentirnos identificados con el asesino, con esa personalidad poderosa, invisible, que sabe más que nadie, está en disposición de castigar y premiar y que lo tiene todo bajo control. Aunque, eso sí, yo aguanto muy bien la violencia sádica en el cine: si usted no lo hace, queda advertido de que esta película contiene secuencias muy desagradables, si bien no son tantas ni tan desagradables como se ha querido hacer creer en diversos medios.
En resumen: Saw pudo haber sido una grandísima película además de un lucrativo producto, si su director hubiera tenido el valor (o la oportunidad) de confiar más en su público y permitir que los dos auténticos protagonistas -Leigh Whannell y Cary Elwes-, los habitantes de la habitación, hubiesen ido ahondando en nuestras mentes y desglosando la trama a través de sus más que notables interpretaciones, en lugar de sobreexplotar tanto el fácil recurso del flashback. De este modo se podría haber logrado una experiencia más grata para el espectador, un estudio psicológico más profundo de personas sometidas a situaciones límite (irreales, eso sí, pero no por ello menos interesantes). En vez de eso, se vuelca más hacia derroteros ya vistos antes, creándose algo más parecido a Seven o Resurrección que, por ejemplo, a Cube, obras todas ellas similares a Saw en diversos aspectos . Gustó a unos por lo que tenía de innovador y a otros por lo que tenía de morboso, y no gustó por las mismas razones. Pero no acabó de llenar plenamente ni a unos ni a otros.
Lo que podría haber sido un referente de calidad e innovación en un género infectado en nuestros dias por la basura, los tópicos y cientos de películas absolutamente iguales unas a otras, se queda en un intento loable de establecer un nuevo camino a seguir. Lo lamentable es que a los que han pretendido seguir ese camino les hayan influenciado más las ingeniosas torturas ideadas por el asesino que los ingeniosos recursos escénicos de este joven director. Una pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opinen.