21.11.08

Sólo quiero caminar


El último trabajo del madrileño Agustín Diaz Yanes nos deja, desgraciadamente, un regusto agridulce en el paladar. Sólo quiero caminar narra la historia de cuatro amigas que se dedican al robo con premeditación como forma de vida y que, casi por casualidad, tienen la oportunidad de robar a un mafioso mexicano muy rico, lo suficiente como para poder abandonar la profesión si el plan sale bien.
Díaz Yanes exhibe aquí con inusual descaro (ya que parece que es algo de lo que hay que avergonzarse cuando uno hace cine en este país) su gusto por las películas norteamericanas, particularmente las de acción. Se ven claras reminiscencias de Kill Bill, tanto en sus protagonistas femeninas -heroínas venidas a menos, que acometen locuras suicidas sin pensárselo dos veces, ataviadas con chándal-, como en la forma que tiene de abordar la acción y la violencia en algunas escenas, en ocasiones de manera algo humorística y en otras con absoluta crudeza. Hay quien ha querido ver esta influencia en el uso de la música para dotar a las escenas de acción de un tono trepidante sin serlo estas mucho, lo cual no deja de ser interesante. De cualquier manera, la influencia de Tarantino se observa sobre todo por salto de género en género del que hace gala Sólo quiero caminar, mostrándo escenas cómicas al espectador sin venir a cuento, u otras propias del cine de ladrones de guante blanco, si bien en el caso concreto de esta película tales mezclas resultan siendo poco afortunadas.
Las alusiones a Scorsese también están presentes, sobre todo por su forma de tratar la vida mafiosa con toda su horrible violencia, sus lazos de amistad entre asesinos, y sus triciones inevitables. Aparte de algunas escenas que son calcos de otras de la producción del director estadounidense.
El primer pie del que cojea la película es su reparto femenino. Victoria Abril, Ariadna Gil, Pilar López de Ayala y Elena Anaya, son las actrices que dan vida a las ladronas protagonistas. Sinceramente, Pilar López de Ayala y Elena Anaya lo hacen tan mal como cabe esperar de actrices de tan escaso talento; pero esperaba más de Victoria Abril y sobre todo de Ariadna Gil, tras su elaborado y rico papel en Alatriste, el último trabajo del director, o en El laberinto del Fauno, sin ir más lejos. Las cuatro se dedican a poner una cara y a asumir una actitud durante todo (y digo todo) el metraje, quedando ancladas en estas y llegando no sólo a aburrir, sino a irritar (el caso de Ayala es flagrante; Elena Anaya, por suerte, aparece más bien poco). Realmente ha sido una elección errónea, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de buenas actrices jóvenes mucho mejores que hay en activo en nuestro país.
El otro pie que falla, y este condena definitivamente a la película, es el tratamiento de los personajes. No se indaga en ellos, no se los explora, se le niega al espectador conocerlos y hacerse confidente de sus motivaciones. Hemos de suponer que unos lazos muy fuertes unen a estas cuatro amigas, pero en ningún momento sabemos cómo se formaron, o si se formaron, y tampoco se nos sugiere. Actúan de forma incoherente y en ocasiones vacía, porque no tenemos la más mínima información sobre sus razones para actuar como actúan. Sencillamente hacen lo que hacen, y el espectador lo contempla. Así de fríamente. Este error garrafal en el guión impide que uno pueda sumergirse en la película, y aunque no aburre, nunca tenemos esa agradable sensación de estar pegados al asiento sin poder esperar a ver qué ocurre. Y es una auténtica pena, ya que el film se prestaba mucho a eso.
Pero en todo este desbarajuste hay algo que brilla con luz propia, y es Diego Luna. Actor al que yo recuerdo por un pequeño y entrañable papel junto a Tom Hanks en La terminal, de Steven Spielberg, y que expone todo su potencial y capacidad en un papel lleno de pequeños matices, dando vida a un sicario con principios, que no para de preguntarse interiormente si la vida que ha elegido es la más correcta.
Al final, Sólo quiero caminar se comporta como una bicicleta vieja: anda y le lleva a uno al destino, pero traquetea y chirria sin parar. Y así es este trabajo: cuenta una historia correctamente, pero perdiendo los detalles, la frescura, lo que hace grande a una película. Se recrea demasiado en recursos ya vistos en otros países y que quizá el director esperaba que sorprendieran aquí, pero no ha sido así. Muestra sin censura una mano rota a martillazos al más puro estilo Casino, pero no es capaz de mostrar la cinematográfica belleza de Ariadna Gil en la que podría haber sido una escena de sexo preciosa y largamente recordada -da que pensar lo fácil que es ver los pechos de actrices florero en secuencias que avergüenzan nuestro cine, y lo difícil cuando un desnudo viene a cuento, y las reacciones que provocan en los cinéfilos unos y otros; miren, si no, este inquietante sitio-. Hace falta algo más que violencia cruda y desagradable y unas vengadoras urbanas que no nos podemos creer, para que un espectador inteligente se quite el sombrero y reverencie el ingenio y el talento. Me entristece que un director tan versátil y de tantos recursos no termine de despegar, y quedo a la espera de su próximo proyecto.

imagen: elpais.com

2 comentarios:

Mochuelo dijo...

Que bien queda el simil de la bicicleta incluido en el comentario. Mi influencia en este blog es sutil, pero va creciendo. Pronto reclamaré una parte de los dividendos. Excelente.
Buen trabajo señor Apolo, buen trabajo.

Backward Compatibility Dave dijo...

Gracias por tu visita y por tus elogios Mochuelo. Pásate por aquí siempre que quieras.

"Finis coronat opus".

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