4.11.08

Camino




Javier Fesser ha logrado superarse. Director de corta trayectoria en largometrajes, sorprendió a todos con la innovadora El milagro de P. Tinto y arrasó taquillas con La gran aventura de Mortadelo y Filemón. Su trabajo siempre ha estado marcado por la huída constante de los patrones establecidos y por una total ausencia de miedo, a pesar de las duras críticas y, en ocasiones, polémicas, que su cine ha levantado. Y, con Camino, esto se hace aún más patente, pues la enorme controversia que se ha generado en torno a la película no es habitual en nuestro cine.

La película retrata la vida de Camino, una niña que vive en el seno de una familia del Opus Dei, y que se verá afectada repentinamente por una grave dolencia que la postrará en cama con terribles dolores. Su agonía, que vivirá con un temple casi sobrehumano, servirá de escenario para que cuantos la rodean muestren su forma de entender la vida, la muerte y el amor, y desvelen secretos que guardaban celosamente.

Lo más hermoso de esta película es la capacidad tan enorme que tiene para emocionar y para desencadenar sentimientos de todo tipo en el espectador. Fesser mantiene el personal estilo que siempre le ha acompañado, y nos plantea un mundo cambiante, semejante a un particular País de las Maravillas, donde la realidad no se nos muestra de la forma a la que estamos habituados a ver. La piedra angular de la historia es la propia Camino y su particular modo de entender el mundo. Como hija de una madre cuya devoción por Dios y por la Iglesia casi roza el fanatismo, ama a Jesús y a la Virgen como si fueran sus propios padres, pero esta exagerada devoción heredada de su madre se entremezcla con las inquietudes propias de una niña de su edad, a saber: jugar con sus amigas, comenzar a sentirse guapa y querer ser coqueta, participar en una obra de teatro del colegio; estar cerca de un chico por el que se siente atraída...

La amalgama de sensaciones enfrentadas que Camino siente promueven la escisión del mundo que el espectador percibe en la película; por un lado está el mundo inocente, bello y por descubrir en el que la protagonista, dada su edad y energía, se ve inmersa, y del que el máximo exponente es Cuco, el niño del que está enamorada; y por otro, está el mundo oscuro y tenebroso representado por la figura de su madre, y en el que cada paso que da Camino se convertirá en un desproporcionado sacrificio, en ocasiones difícil de entender para el espectador, y para la propia niña. Su enfermedad revolverá estas sensaciones y mundos y los hará chocar bruscamente entre sí, y tanto nosotros como ella iremos perdiendo la noción de la realidad, a través de sueños inquietantes y terribles que sufrirá Camino, en los que su madre se tornará un amenazador verdugo, conversará con un extraño personaje de cuento e incluso tendrá encuentros alucinantes con un incomprendido Lucifer.

De la película destaca prácticamente todo el reparto, pero son especialmente remarcables las interpretaciones de Mariano Venancio, padre de Camino -a quien ya dirigió Fesser en La gran aventura de Mortadelo y Filemón-, un hombre cuya sola mirada puede expresar más que párrafos enteros de texto, y que probablemente ha encontrado en José un personaje con el que mostrar su potencial dramático; Carmen Elías, que como ella misma declaró "conoció a su personaje a fuerza de odiarlo", y ha logrado construir magistralmente a la madre de Camino, uno de los personajes más diabólicos que recuerdo desde la enfermera Mildred de Alguien voló sobre el nido del cuco o la mostruosa Agatha Trunchbull de Matilda, una especie de destructora de la felicidad, para la que hasta querer curarse de una enfermedad terrible es un pecado más terrible aún. Y, por supuesto, la propia Camino, Nerea Camacho, un personaje con el que es imposible no encariñarse, pues transmite una pasión y ganas de vivir que difícilmente podrían haberse recreado con más talento.

Como algunos ya habrán observado, la historia recuerda a la de Alexia González-Barros, una niña madrileña que murió en 1985 a los 14 años de cáncer oseo, también de una familia del Opus Dei, y que actualmente está en pleno proceso de beatificación por la entereza con la que asumió su dolor y su muerte. Y es que la obra de Fesser está dedicada e inspirada en la vida de esta niña -hecho este que precisamente es el que ha desencadenado más polémicas, al no estar la familia González-Barros completamente de acuerdo con el filme-.

Camino es una película muy crítica con el Opus Dei y con el fanatismo religioso, y cualquiera que lo niegue estará engañándose. Pero yo invito a todos los cinéfilos que nos leen a que la vean y disfruten de ella al margen de visiones religiosas, políticas o morales, y desoigan las destructivas luchas dialecticas que se empeñan en teñir el arte de todo lo malo que puede salir del ser humano. Camino es, ante todo, una película sobre la vida y las ganas de vivirla, sobre la juventud, sobre las muchas formas de luchar contra el terrible sino que pesa sobre nosotros: la muerte. Camino es un combate encarnizado entre los que viven en silencio y los que gritan a pleno pulmón; entre los que luchan y los que se arrodillan; entre las preguntas difíciles y las respuestas fáciles. Camino es la prueba más clara de que nuestro cine no está desierto de buenas ideas ni de innovación, y yo la recomiendo a todos aquellos que se han prometido a sí mismos no volver a ver nada del país, por miedo a más caspa y desnudos gratuitos. Una película dura, emocionante, aterradora, que no dejará a nadie indiferente, y que está rebosante de belleza y sensibilidad.

Altamente recomendable.


imagen: flickr

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opinen.