10.5.09

La Huella


En su tercera reposición de la serie de películas Maestros del Terror (Masters of Horror, 2005), Cuatro ofreció ayer La Huella (Imprint, 2006) dirigida por el japonés Takashi Miike. Maestros del Terror, colección creada por Mick Garris, consta de trece producciones independientes, sin relación argumental entre sí, realizadas por directores especializados en el género, entre los que se cuentan nombres de la talla de John Carpenter.

Es criticable el pésimo horario que la cadena privada ha escogido para su emisión (a altas horas de la noche del sábado); si bien es cierto que la serie no resulta apta para todos los públicos, sería conveniente hacerla más accesible así como darle la promoción que merece, algo que Cuatro no ha hecho a lo largo de sus varias reposiciones. Hay que reconocer que dicha producción resulta bastante irregular, lo cual no deja de hacer recomendables algunos de sus capítulos, entre los que destaca la escalofriante realización de Miike.

La Huella narra la historia de Christopher, un periodista norteamericano que viaja al Japón decadente del siglo XIX en busca de Komomo (Michie Itô), una mujer de la que está profundamente enamorado. Interpretado limpiamente por Billy Drago - mítico actor underground casi especialidado en el género terrorífico - Christopher lleva su búsqueda hasta un burdel infecto, enclavado en una isla corrupta y misteriosa. Allí conoce a una inquietante prostituta de rostro deforme (Youki Kudoh) , antigua compañera de Komomo, quien le revelará la sórdida historia de su amada y la suya propia.

Pese a ser una producción de factura japonesa, que nadie espere encontrar en La Huella nada propio del terror oriental que tan buenos réditos ha dado a Hollywood en los últimos años. El film de Miike poco tiene que ver con el espectro recurrente de mugriento camisón y pelo enmarañado sobre la cara; en lugar de ello bebe del clásico terror norteamericano de serie B a la vez que incorpora los peores elementos del cine histórico e incluso costumbrista.

La Huella narra una historia fantasiosa y escalofriante, incluyendo algunas escenas difíciles de mirar. Los poco tolerantes con el gore explícito encontrarán difícil acercarse a la trama; admito que yo mismo me he encontrado casi indispuesto al contemplar algunas de sus escenas de crueldad altamente realista sobre torturas y otros hechos desagradables.

Pero lo que realmente convierte a La Huella en una cinta de terror de gran calado es su magistral ambientación y su argumento sórdido, crudo y casi sádico. Ambientada en un Japón al borde del colapso, pobre y miserable, la película nos pone en situación e inocula en nosotros el desasosiego mucho antes de mostrarnos escenas repugnantes, violentas o imaginativamente tenebrosas. Se recrea con brutal fidelidad un país deshecho en el que la gente muere de hambre, los cadáveres se pudren entre las aguas infectas de un mar implacable y la violencia es el desayuno diario de numerosas familias.

Una fotografía que se cuenta
entre lo mejor que hemos podido ver en televisión en los últimos meses dibuja un cuadro escalofriante sobre un Japón desconocido y putrefacto. El juego continuo de colores, la incómoda combinación de matices y el uso inteligentísimo - y lo mejor de todo, artesanal - de efectos tan viejos como la niebla o las aguas vaporosas crean en el espectador una sensación de desagrado, vértigo e inquietud de lo más estimulante. Miike hace uso de sus años como realizador y las numerosas triquiñuelas aprendidas para lograr que estemos predispuestos no al susto, sino al miedo indefinido y visceral incluso cuando estemos viendo planos de excepcional belleza y ambientaciones a plena luz del día, sin hacer uso de oscuridades, medias tintas ni rayos y relámpagos. Es destacable - y de agradecer, en mi opinión - la ausencia de efectos sonoros para resaltar los sustos, que por el contrario se dejan llevar a sí mismos y deben ser descubiertos por el espectador, lo que demuestra que Takashi no nos toma por tontos.

No podría decidir si La Huella narra una historia de espanto por sus elementos fantásticos o por los realistas. El argumento se enmarca en un enorme cuadro costumbrista - de lo más educativo - que no escatima a la hora de tratar temas escabrosos como la prostitución, el maltrato, la tortura, el aborto, el alcoholismo, la violencia doméstica, marginación social, pobreza extrema y abuso sexual en apenas sesenta minutos. Takashi Miike tampoco deja pasar la oportunidad de hacer crítica social, a la vez que nos aterroriza y nos desagrada. Debemos apreciar el hecho de que el japonés juega con la idea de un espectador atento e inteligente; la trama obliga constantemente a pensar, a construir el hilo argumental, a encajar piezas, a estar atento y advertir los pequeños detalles, a formarse una opinión sobre los personajes y el mundo que habitan.

Como principal dato censurable cabría destacar la extrema virulencia de las escenas violentas, rayanas en el mal gusto - siempre desde un punto de vista subjetivo -. Las personas impresionables deberán cerrar los ojos u omitir dichos cortes; mientras otros espectadores (entre los que me cuento) encogerán las tripas y agradecerán la valentía de un director que se atreve a mostrar (y denunciar) la extrema crueldad y sadismo que hay en prácticas execrables como la tortura o el abuso, sufrido especialmente por las mujeres.


La decoración y vestuario está cuidada al detalle; al mismo tiempo que busca el rigor histórico y el realismo, se permite la licencia de inventar atuendos y caracterizaciones estrambóticas
con el fin de presentar un mundo decadente, absurdo, precipitado a la extinción y habitado por personajes corruptos, tan excéntricos como decrépitos. La sobrecogedora capacidad de absorción de La Huella hará que nos encontremos, durante una hora, presos de un Japón en proceso de autodestrucción, habitado únicamente por los demonios y las putas - como declara una de las protagonistas- . En definitiva, una película recomendable para cualquier estómago fuerte, no apta para vientres sensibles y, desde luego, imprescindible para los amantes del género terrorífico.

imagen: The Uranium Cafe, The Redrum Blog, DVD Active

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