27.11.08

Postal²

Probablemente Postal² (Running With Scissors, 2003), secuela de Postal (1997) sea uno de los videojuegos peor valorado y más injustamente olvidado de los últimos años.

De culto para algunos, desconocido para la mayoría, y sólo mencionado en los medios para criticar su explícita violencia (el juego llegó a ser prohibido en Nueva Zelanda y Australia, bajo acusaciones de ultra-violencia, racismo y machismo) quizá sea Postal² la mejor denuncia que el mundo del videojuego ha lanzado contra su actual situación y los prejuicios que le afectan.
El planteamiento del juego es sencillo. Controlamos, en una tradicional primera persona, a Dude, el protagonista, quien del lunes al viernes deberá realizar diversas misiones como comprar la leche, pagar sus multas, confesarse en la iglesia... Estas misiones nos darán oportunidad de recorrer la ciudad de Paradise, Arizona, escenario donde se ambienta el juego.

A la hora de cumplir nuestro cometido, tendremos oportunidad de adoptar una actitud relativamente civilizada o dejarnos llevar por nuestros instintos violentos. Para ello dispondremos de toda clase de armas, entre ellas algunas insólitas como cócteles molotov, tijeras, gasolina y cerillas o una cabeza de vaca infectada por ántrax.

Sobra decir que la tentación de abandonar la misión para explorar el entorno e interactuar con él es inmediata. Se nos permite visitar toda clase de establecimientos y viviendas, así como nos cruzaremos con multitud de viandantes. Al igual que ocurre en Grand Theft Auto, podemos pasar horas y horas simplemente jugando a causar destrozos, masacres o combatiendo con la policía.

Postal² ha sido criticado fundamentalmente por excesivamente violento y, sobre todo, por su incorrección política. En el juego aparecen retratados diversos estereotipos: el típico musulmán regente de un "todo a cien", los clásicos paletos norteamericanos redneck, fanáticos religiosos, sadomasoquistas e incluso una secta de hippys iluminados.

La crítica y las autoridades internacionales interpretaron la aparición de estos estereotipos como una muestra de burla u odio. Yo pienso que su intención verdadera está clara: una denuncia brutal y directa, casi despiadada, de muchos de los vicios de la sociedad estadounidense y, en general, de toda la cultura occidental.

Postal² es, en primer lugar, un esperpento; esto es, ofrece una visión deformada y grotesca de la América profunda para presentar, al mismo tiempo, una crítica completamente intencionada contra ella. Racismo, incultura, consumismo, brutalidad policial, corrupción, todos ellos defectos muy arraigados en esta sociedad que son recorridos y golpeados por el juego.
Pero no sólo es a la decadencia yanqui a la que se denuncia. Postal² también es una desesperada queja acerca de lo que está ocurriéndole al videojuego. Los desarrolladores de RWS se lamentan de que se persiga a esta nueva forma de arte, por ignorancia y miedo, del mismo modo que se hizo en pasadas épocas con el cine o la literatura. De hecho, nuestra primera misión será acudir a las oficinas de esta empresa para cobrar nuestro sueldo, como personaje del juego. Ante sus puertas nos encontraremos con un grupo de exaltados, que piden la prohibición de los videojuegos violentos y el linchamiento de Vince Desi, gurú de Running with Scissors, todos ellos armados hasta los dientes.

Postal² es también una parodia del videojuego que la industria está construyendo. Un videojuego que deja de lado la artesanía, el guión y la trama para centrarse en la acción simplona y en la exhibición gráfica, con objetivos puramente comerciales. Una industria que ignora el arte. Tan sólo hay que comprobar qué clase de misiones se nos enconmienda (todas ellas tareas cotidianas) un claro guiño a las tópicos objetivos que solemos cumplir en los juegos de acción convencionales. El mismo Dude, es una parodia del clásico héroe, al mismo tiempo que ridiculiza al tradicional castizo norteamericano. En lugar de manejar a un aguerrido espía internacional o a un policía insobornable, controlamos a un tipo mediocre, violento y casado con una esposa a la que odia (Postal Bitch, como aparece en los créditos).
Según el crítico Justin Leeper, "Running With Scissors es el mejor y el peor ejemplo de inconformismo en la industria del videojuego", opinión que comparto. Tal y como él dice, "algunos de los mejores artistas incomprendidos que en la historia han bailado en torno a la línea que separa el arte de la obscenidad".

Este producto es también especialmente reseñable por su detallismo. Como dijera antes, lo sustancial del juego no consiste en su desarrollo misión a misión, sino en nuestra oportunidad de explorar el entorno a discreción. En él hallaremos toda clase de fauna y detalles. En cada cartel que veamos en locales o calles, cada rótulo comercial, cada graffitti, monumento o incluso hasta en un miserable paquete de tabaco, podemos encontrar un mensaje humorístico o una denuncia social. Lo mismo nos ocurre en el desarrollo de las misiones, donde sutilmente se nos dejará caer planteamientos que nos harán pensar sobre política, religión o cultura.

Gráficamente el juego resulta correcto. Los personajes son convencionales, aunque cabe destacar un motor de física muy avanzado para la época. Si bien los escenarios no son especialmente vistosos, resulta fascinante la cantidad enorme de detalles que los adornan. El control es también sencillo y muy jugable, y la originalidad de las armas disponibles regalará al jugador muchas horas de entretenimiento. A esto hay que añadir las muy divertidas secuencias de acción, que nosotros mismos podremos improvisar cuando lo deseemos. En ocasiones, incluso, nos veremos involucrados en los espontáneos tiroteos que los vecinos de Paradise mantienen, sin sentido alguno, con la policía. Como elemento negativo, hay que señalar una inteligencia artificial mejorable y, sobre todo, unos eternos tiempos de carga.

En definitiva, Postal² es, a mi juicio, un juego completamente imprescindible para cualquier aficionado del sector. Una obra de culto, minoritaria pero indispensable. Tal vez algún día, en un futuro, este producto ahora underground tenga el reconocimiento que se merece, aunque la industria parece estar avanzando hacia otros destinos. Resulta lamentable que un trabajo de esta calidad haya pasado inadvertido para la mayoría, salvo para ser vapuleado por aquellos que siguen empeñándose en hacer del videojuego chivo expiatorio para los males de nuestro tiempo. Desde aquí lo aviso: si alguien espera que Postal² pueda educar a sus hijos, que vaya pensando en comprar otro juego.

Yo me limito a recomendar encarecidamente esta pequeña joya; jugarla con tranquilidad, visión crítica y ánimo de pasarlo bien. Postal² no nos decepcionará a este respecto. Mientras otros se convierten en auténticos mitos sin merecerlo, Vince Desi, en mi opinión un genial artista, será en el mejor de los casos desconocido, cuando no demonizado por atreverse a desarrollar una obra escatológica. Postal² pasará al olvido y los estupendos realizadores de Running With Scissors serán ignorados o vituperados, pero con seguridad conseguirán una cosa: fascinar a quien se atreva a jugar sus creaciones y hacerle pasar muy buenos ratos.

De momento, nos quedamos con un juego sobresaliente y esperamos la tercera parte de la saga, ya anunciada. Parafraseando de nuevo a Leeper, "estoy deseando ver lo próximo que harán estos bastardos".

imagen: Wikipedia, Softpedia

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24.11.08

Red de mentiras


El veterano director Ridley Scott aborda de nuevo un género que conoce bien, el de las intrigas políticas, con su actor fetiche Russell Crowe y un cada vez más grande Leonardo DiCaprio a la cabeza del reparto.
Es esta una película sobre cortinas de humo, espionaje y agentes dobles, encuadrada en un marco de rabiosísima actualidad, sin duda alguna; el terrorismo islámico en Europa y Estados Unidos. Lo interesante del filme es que, si bien no aporta nada nuevo al género, sí que adopta una actitud crítica y, por ende, original en los tiempos que corren -en los que son pocos los cineastas norteamericanos que se paran a pensar en las razones de "la otra parte" o en si el modus operandi de la inteligencia de su país es el más acertado-. Así, asistimos al contraste, por un lado, entre los agentes que se encuentran sobre el terreno, en Oriente Medio, expuestos a los atentados suicidas, a las balas, a la tortura y, en definitiva, a las penurias de vivir en medio de un campo de batalla moderno, uno de esos lugares que el imperialismo ha convertido en miserables; y por el otro, a los que hablan a través del móvil desde su oficina en Langley, dando órdenes desde una perspectiva irreal, sin comprender las terribles implicaciones de cada una de sus decisiones, y que viven la guerra silenciosa como si fuera un juego, pero no el parchís, no: como si fuera Call of Duty 4. Scott nos deja aquí algunas escenas memorables, con Russell Crowe ordenando matar a unos y a otros mientras lleva al colegio a sus hijos, cogidos de la mano. Son dos visiones de la guerra totalmente enfrentadas pero igualmente deleznables, y aquí se muestran así en toda su dureza.
Frente a estas dos posturas, está una tercera: la del enemigo del enemigo, pero que no es lo bastante enemigo como para ser nuestro amigo. Me explico. El largometraje ofrece una visión -eso sí, algo tímida- de la forma de actuar de los agentes de inteligencia en Oriente Medio; así, veremos a Hani, un poderoso agente de la inteligencia jordana (interpretado con inigualable estilo por Mark Strong), cooperar con la CIA de un modo delicado, paciente, casi caballeresco, controlando cada paso de la operación con enorme minuciosidad. Los métodos del primero chocarán con los de la CIA al querer estos últimos tener control absoluto, y actuar precipitadamente sin contar con la aprobación de los que se encuentran en primera línea del conflicto, creyendo ser omnipotentes e infalibles. La evicencia es que en Langley no acaban de confiar en él por dos razones principales: la primera, no sólo no es americano, sino que es de Jordania; la segunda, sus métodos son distintos a los nuestros.
El personaje de DiCaprio, Roger Ferris, se encuentra en medio de todos estos intereses, y su profundo conocimiento de Oriente Medio le llevará a sufrir profundos dilemas éticos y humanos, sobre la verdadera naturaleza de esa guerra y su papel en ella. Será lo que una a todos los demás personajes, y posiblemente el papel más brillante de la película ejecutado por un actor que ya domina el género con creces.
Un largometraje sobre intrigas políticas con varias perspectivas para un tema de moda -porque hoy día las modas también se aplican a las guerras-, que nos deja grandes interpretaciones y, en general, un producto de calidad y muy interesante.

imagen: tublogdecine

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21.11.08

Sólo quiero caminar


El último trabajo del madrileño Agustín Diaz Yanes nos deja, desgraciadamente, un regusto agridulce en el paladar. Sólo quiero caminar narra la historia de cuatro amigas que se dedican al robo con premeditación como forma de vida y que, casi por casualidad, tienen la oportunidad de robar a un mafioso mexicano muy rico, lo suficiente como para poder abandonar la profesión si el plan sale bien.
Díaz Yanes exhibe aquí con inusual descaro (ya que parece que es algo de lo que hay que avergonzarse cuando uno hace cine en este país) su gusto por las películas norteamericanas, particularmente las de acción. Se ven claras reminiscencias de Kill Bill, tanto en sus protagonistas femeninas -heroínas venidas a menos, que acometen locuras suicidas sin pensárselo dos veces, ataviadas con chándal-, como en la forma que tiene de abordar la acción y la violencia en algunas escenas, en ocasiones de manera algo humorística y en otras con absoluta crudeza. Hay quien ha querido ver esta influencia en el uso de la música para dotar a las escenas de acción de un tono trepidante sin serlo estas mucho, lo cual no deja de ser interesante. De cualquier manera, la influencia de Tarantino se observa sobre todo por salto de género en género del que hace gala Sólo quiero caminar, mostrándo escenas cómicas al espectador sin venir a cuento, u otras propias del cine de ladrones de guante blanco, si bien en el caso concreto de esta película tales mezclas resultan siendo poco afortunadas.
Las alusiones a Scorsese también están presentes, sobre todo por su forma de tratar la vida mafiosa con toda su horrible violencia, sus lazos de amistad entre asesinos, y sus triciones inevitables. Aparte de algunas escenas que son calcos de otras de la producción del director estadounidense.
El primer pie del que cojea la película es su reparto femenino. Victoria Abril, Ariadna Gil, Pilar López de Ayala y Elena Anaya, son las actrices que dan vida a las ladronas protagonistas. Sinceramente, Pilar López de Ayala y Elena Anaya lo hacen tan mal como cabe esperar de actrices de tan escaso talento; pero esperaba más de Victoria Abril y sobre todo de Ariadna Gil, tras su elaborado y rico papel en Alatriste, el último trabajo del director, o en El laberinto del Fauno, sin ir más lejos. Las cuatro se dedican a poner una cara y a asumir una actitud durante todo (y digo todo) el metraje, quedando ancladas en estas y llegando no sólo a aburrir, sino a irritar (el caso de Ayala es flagrante; Elena Anaya, por suerte, aparece más bien poco). Realmente ha sido una elección errónea, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de buenas actrices jóvenes mucho mejores que hay en activo en nuestro país.
El otro pie que falla, y este condena definitivamente a la película, es el tratamiento de los personajes. No se indaga en ellos, no se los explora, se le niega al espectador conocerlos y hacerse confidente de sus motivaciones. Hemos de suponer que unos lazos muy fuertes unen a estas cuatro amigas, pero en ningún momento sabemos cómo se formaron, o si se formaron, y tampoco se nos sugiere. Actúan de forma incoherente y en ocasiones vacía, porque no tenemos la más mínima información sobre sus razones para actuar como actúan. Sencillamente hacen lo que hacen, y el espectador lo contempla. Así de fríamente. Este error garrafal en el guión impide que uno pueda sumergirse en la película, y aunque no aburre, nunca tenemos esa agradable sensación de estar pegados al asiento sin poder esperar a ver qué ocurre. Y es una auténtica pena, ya que el film se prestaba mucho a eso.
Pero en todo este desbarajuste hay algo que brilla con luz propia, y es Diego Luna. Actor al que yo recuerdo por un pequeño y entrañable papel junto a Tom Hanks en La terminal, de Steven Spielberg, y que expone todo su potencial y capacidad en un papel lleno de pequeños matices, dando vida a un sicario con principios, que no para de preguntarse interiormente si la vida que ha elegido es la más correcta.
Al final, Sólo quiero caminar se comporta como una bicicleta vieja: anda y le lleva a uno al destino, pero traquetea y chirria sin parar. Y así es este trabajo: cuenta una historia correctamente, pero perdiendo los detalles, la frescura, lo que hace grande a una película. Se recrea demasiado en recursos ya vistos en otros países y que quizá el director esperaba que sorprendieran aquí, pero no ha sido así. Muestra sin censura una mano rota a martillazos al más puro estilo Casino, pero no es capaz de mostrar la cinematográfica belleza de Ariadna Gil en la que podría haber sido una escena de sexo preciosa y largamente recordada -da que pensar lo fácil que es ver los pechos de actrices florero en secuencias que avergüenzan nuestro cine, y lo difícil cuando un desnudo viene a cuento, y las reacciones que provocan en los cinéfilos unos y otros; miren, si no, este inquietante sitio-. Hace falta algo más que violencia cruda y desagradable y unas vengadoras urbanas que no nos podemos creer, para que un espectador inteligente se quite el sombrero y reverencie el ingenio y el talento. Me entristece que un director tan versátil y de tantos recursos no termine de despegar, y quedo a la espera de su próximo proyecto.

imagen: elpais.com

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19.11.08

Saw

Desde su estreno en 2004, esta película del australiano James Wan ha visto cuatro secuelas y está en espera de su quinta y, al parecer, última de la saga. La obra, que ya es un clásico del cine de terror psicológico con tintes de gore, tiene hordas de defensores y detractores. Veamos por qué.
Cuando empecé a ver esta película realmente pensé que estaba ante algo nuevo y realmente interesante. El comienzo es impactante: sin introducción alguna, un hombre despierta en medio de la oscuridad, en una bañera putrefacta. Se descubre encadenado a una tubería, y en compañía de otra hombre también encadenado. Entre ambos, y en un charco de sangre, yace el cadáver de un tercer individuo que parece haberse suicidado hace poco. Los dos comenzarán a conversar con el fin de intentar descubrir por qué están allí, y el modo de escapar.
Este comienzo me enganchó sobremanera y me alentó a pensar que Saw podía ser la película de terror psicológico que había estado tanto tiempo esperando. Pero a los diez o quince minutos de metraje esa esperanza se vino abajo, pues los personajes comienzan a sufrir flashbacks que, si bien están correctamente integrados en la trama, son una elección errónea por parte del director, pues liberan al espectador de la sensación de angustia y claustrofobia que los primeros minutos estaban creando. La dinámica de los flashbacks se convertirá en una constante, por la cual nos veremos constantemente catapultados de la habitación a estos y de estos a la habitación, sin acabar de sumergirnos como es debido ni en una ni en otra situación.
Pero lo peor no es eso, sino la información que nos ofrecen estos recuerdos de los personajes. Mientras que las escenas en la habitación han sido lo más aplaudido del filme por su innovación y realización sobresaliente, las analepsis muestran recursos típicos del thriller, los cuales caen como un jarro de agua fría sobre el espectador que había quedado prendado por los primeros momentos de la película: un policía obsesionado con el asesino, un asesino obsesionado con adoctrinar a sus víctimas, unas víctimas estúpidas que parecen meterse en la boca del lobo... son secuencias prácticamente fuera de la trama, que nos arrancan bruscamente de la acción principal y que quedan muy desligadas de las logradas secuencias de la habitación.
Este efecto tan negativo para el resultado final se comporta como una bola de nieve, y cada vez se va volviendo más abusivo el uso de este recurso y más absurdos ciertos giros del argumento, para acabar desembocando en una situación casi insostenible, de la que yo me estaba temiendo ya lo peor. Pero por suerte, Wan supo redirigir el guión y premia al espectador paciente con un final sorprendente, que se muestra in crescendo, haciendo del último cuarto de hora de metraje un agradable sucesión de golpes de efecto, y le mantiene a uno pegado al asiento sin poder esperar más para saber como se desenlaza la historia.
Respecto a la violencia en Saw, algo sobre lo que se ha escrito mucho y hablado más aún, me veo en la necesidad de desmitificarla. Una de las cosas que hacen de esta película un producto bastante logrado en el género es el hecho de que inquieta y asusta más por lo que no enseña que por lo que sí enseña. Salvo un par de ocasiones puntuales, Saw no tiene la violencia explícita de otras películas; se recrea mucho en lo que podría ocurrirle a la víctima si no logra escapar, o en lo terrible de la situación en que se ve inmersa. Aquí lo que provoca más desasosiego no es la sangre, ni las vísceras, ni los huesos rotos. Es más bien el miedo irracional y absolutamente instintivo que el psicópata consigue provocar en sus víctimas, y cómo estas lo reflejan. James Wan estudió con sabiduría la mente de la masa cinéfila del momento, y explotó como nadie esa parte morbosa que hay en todos nosotros y que nos hace sentirnos identificados con el asesino, con esa personalidad poderosa, invisible, que sabe más que nadie, está en disposición de castigar y premiar y que lo tiene todo bajo control. Aunque, eso sí, yo aguanto muy bien la violencia sádica en el cine: si usted no lo hace, queda advertido de que esta película contiene secuencias muy desagradables, si bien no son tantas ni tan desagradables como se ha querido hacer creer en diversos medios.
En resumen: Saw pudo haber sido una grandísima película además de un lucrativo producto, si su director hubiera tenido el valor (o la oportunidad) de confiar más en su público y permitir que los dos auténticos protagonistas -Leigh Whannell y Cary Elwes-, los habitantes de la habitación, hubiesen ido ahondando en nuestras mentes y desglosando la trama a través de sus más que notables interpretaciones, en lugar de sobreexplotar tanto el fácil recurso del flashback. De este modo se podría haber logrado una experiencia más grata para el espectador, un estudio psicológico más profundo de personas sometidas a situaciones límite (irreales, eso sí, pero no por ello menos interesantes). En vez de eso, se vuelca más hacia derroteros ya vistos antes, creándose algo más parecido a Seven o Resurrección que, por ejemplo, a Cube, obras todas ellas similares a Saw en diversos aspectos . Gustó a unos por lo que tenía de innovador y a otros por lo que tenía de morboso, y no gustó por las mismas razones. Pero no acabó de llenar plenamente ni a unos ni a otros.
Lo que podría haber sido un referente de calidad e innovación en un género infectado en nuestros dias por la basura, los tópicos y cientos de películas absolutamente iguales unas a otras, se queda en un intento loable de establecer un nuevo camino a seguir. Lo lamentable es que a los que han pretendido seguir ese camino les hayan influenciado más las ingeniosas torturas ideadas por el asesino que los ingeniosos recursos escénicos de este joven director. Una pena.

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12.11.08

Noches de tormenta

El cine romántico puede pecar de predecible o manido, lo reconozco, pero yo me confieso ferviente seguidor del género porque, sinceramente, de vez en cuando me apetece ir al cine sin más pretensiones que las de pasar un rato distendido, disfrutando de una bella historia y un puñado de buenos sentimientos. Normalmente voy con una idea preconcebida basada en la experiencia y lo que sé de la película en cuestión, y por lo general es bastante aproximada. Si el filme me ofrece lo que espero de él, me doy por satisfecho y salgo de la sala con la sensación de que me voy con lo que había venido a buscar. Si no me lo ofrece, suelo quedar bastante decepcionado. Pero si, además de no ofrecérmelo, me encuentro con una película tan burda, infantil y mal construida como lo es Noches de Tormenta, entonces es cuando me siento engañado.
Acudí al cine con gran ilusión al saber que la película estaba basada en una novela de Nicholas Sparks, autor de El cuaderno de Noah, obra que inspiró la magnífica El diario de Noah de Nick Cassavetes; pero parece ser que George C. Wolfe, director de telefilmes, no ha sabido plasmar con el mismo talento el estilo de Sparks, o será quizá que Cassavetes lo hizo demasiado bien. Independientemente, nos encontramos ante una película sin pies ni cabeza, donde los personajes actúan sin sentido ni coherencia algunos, y cuyo desarrollo es pesado, torpe y aburrido.
Richard Gere da vida al Dr. Paul Flanner, quien visita un bello hotel costero con el objeto de hablar con una persona. Allí le atenderá una amiga de la dueña -pues esta ha tenido que ausentarse-, interpretada por Diane Lane, y ambos serán los únicos en la casa pues es temporada baja y con predicciones de mal tiempo. La introducción no sólo parece sosa sino que lo es, y el argumento no dará más de sí. Asistiremos a unas interpretaciones apenas correctas, un Gere que parece actuar con pesadumbre y prisa por rematar la faena, y una Diane Lane cuyas lágrimas ingentes son imposibles de creer. En un minuto un huracán estará amenazando a los protagonistas con lanzarlos por los aires, y al minuto siguiente se desencadenará una escena de "sexo", si es que se puede llamar así, en mitad de la tormenta del siglo. Por no enseñar, Richard Gere no enseña ni los pectorales, y la mojigatería con la que son tratadas las escasas secuencias íntimas las relegarán a sábanas cuidadosamente colocadas sobre los pechos, y una penumbra ridícula que sólo ensombrece el interés por las mismas.
Estos dos actores, el núcleo duro del filme -pues sus escenas constituyen casi todo el metraje-, van actuando como autómatas, a los que se les va ordenando sin orden ni concierto que actúen de cual o tal forma, sin la menor personalidad. La trama apenas indaga en sus vidas, ni se esfuerza lo más mínimo en dotarles de tridimensionalidad. Pasan por la película sin dejar huella alguna, ni en la misma ni en el espectador.
Aparte de todo lo anterior, falta mencionar la plaga de tópicos irritantes y vergonzosos de la que hace gala este trabajo, algunos de los cuales ya estaban más que superados incluso por directores noveles, y que sólo emocionarán a adolescentes petardos y ancianas seniles. Particularmente hay uno, el que pone la guinda a la película, que al verlo uno siente algo parecido a que le defequen en la boca. Es prácticamente comedia, les animo a verlo aunque sólo sea por descubrir hasta que punto se puede poner a actores veteranos en las situaciones más embarazosas y forzadas. Pero no quiero deshacerme en tanto insulto rabioso y olvidarme de lo único bueno de esta experiencia; la breve pero bella interpretación de Scott Glenn, actor siempre genial, que aporta la nota de buen gusto que, de faltar, condenaría al público a regurgitar la cena inevitablemente.
La verdad, no esperaba que podría llegar a ver a Richarg Gere en una película tan pésima, chapucera y mal ejecutada, ni que podría resultarme tan desagradable el género romántico. Una película tan difícil de ver sin acordarse de la familia del director, como fácil de olvidar. Sólo comentarles que recuerdo con más intensidad el momento en que una pareja se quedó dormida (casi al principio) y roncando a pierna suelta, y en el que nadie en la sala pudo contener la risa -ni el alivio que todos dejamos ver, al sacarnos un segundo de aquella tortura- que todo lo demás. Posiblemente una de las peores propuestas del año.


imagen: cineando

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4.11.08

Camino




Javier Fesser ha logrado superarse. Director de corta trayectoria en largometrajes, sorprendió a todos con la innovadora El milagro de P. Tinto y arrasó taquillas con La gran aventura de Mortadelo y Filemón. Su trabajo siempre ha estado marcado por la huída constante de los patrones establecidos y por una total ausencia de miedo, a pesar de las duras críticas y, en ocasiones, polémicas, que su cine ha levantado. Y, con Camino, esto se hace aún más patente, pues la enorme controversia que se ha generado en torno a la película no es habitual en nuestro cine.

La película retrata la vida de Camino, una niña que vive en el seno de una familia del Opus Dei, y que se verá afectada repentinamente por una grave dolencia que la postrará en cama con terribles dolores. Su agonía, que vivirá con un temple casi sobrehumano, servirá de escenario para que cuantos la rodean muestren su forma de entender la vida, la muerte y el amor, y desvelen secretos que guardaban celosamente.

Lo más hermoso de esta película es la capacidad tan enorme que tiene para emocionar y para desencadenar sentimientos de todo tipo en el espectador. Fesser mantiene el personal estilo que siempre le ha acompañado, y nos plantea un mundo cambiante, semejante a un particular País de las Maravillas, donde la realidad no se nos muestra de la forma a la que estamos habituados a ver. La piedra angular de la historia es la propia Camino y su particular modo de entender el mundo. Como hija de una madre cuya devoción por Dios y por la Iglesia casi roza el fanatismo, ama a Jesús y a la Virgen como si fueran sus propios padres, pero esta exagerada devoción heredada de su madre se entremezcla con las inquietudes propias de una niña de su edad, a saber: jugar con sus amigas, comenzar a sentirse guapa y querer ser coqueta, participar en una obra de teatro del colegio; estar cerca de un chico por el que se siente atraída...

La amalgama de sensaciones enfrentadas que Camino siente promueven la escisión del mundo que el espectador percibe en la película; por un lado está el mundo inocente, bello y por descubrir en el que la protagonista, dada su edad y energía, se ve inmersa, y del que el máximo exponente es Cuco, el niño del que está enamorada; y por otro, está el mundo oscuro y tenebroso representado por la figura de su madre, y en el que cada paso que da Camino se convertirá en un desproporcionado sacrificio, en ocasiones difícil de entender para el espectador, y para la propia niña. Su enfermedad revolverá estas sensaciones y mundos y los hará chocar bruscamente entre sí, y tanto nosotros como ella iremos perdiendo la noción de la realidad, a través de sueños inquietantes y terribles que sufrirá Camino, en los que su madre se tornará un amenazador verdugo, conversará con un extraño personaje de cuento e incluso tendrá encuentros alucinantes con un incomprendido Lucifer.

De la película destaca prácticamente todo el reparto, pero son especialmente remarcables las interpretaciones de Mariano Venancio, padre de Camino -a quien ya dirigió Fesser en La gran aventura de Mortadelo y Filemón-, un hombre cuya sola mirada puede expresar más que párrafos enteros de texto, y que probablemente ha encontrado en José un personaje con el que mostrar su potencial dramático; Carmen Elías, que como ella misma declaró "conoció a su personaje a fuerza de odiarlo", y ha logrado construir magistralmente a la madre de Camino, uno de los personajes más diabólicos que recuerdo desde la enfermera Mildred de Alguien voló sobre el nido del cuco o la mostruosa Agatha Trunchbull de Matilda, una especie de destructora de la felicidad, para la que hasta querer curarse de una enfermedad terrible es un pecado más terrible aún. Y, por supuesto, la propia Camino, Nerea Camacho, un personaje con el que es imposible no encariñarse, pues transmite una pasión y ganas de vivir que difícilmente podrían haberse recreado con más talento.

Como algunos ya habrán observado, la historia recuerda a la de Alexia González-Barros, una niña madrileña que murió en 1985 a los 14 años de cáncer oseo, también de una familia del Opus Dei, y que actualmente está en pleno proceso de beatificación por la entereza con la que asumió su dolor y su muerte. Y es que la obra de Fesser está dedicada e inspirada en la vida de esta niña -hecho este que precisamente es el que ha desencadenado más polémicas, al no estar la familia González-Barros completamente de acuerdo con el filme-.

Camino es una película muy crítica con el Opus Dei y con el fanatismo religioso, y cualquiera que lo niegue estará engañándose. Pero yo invito a todos los cinéfilos que nos leen a que la vean y disfruten de ella al margen de visiones religiosas, políticas o morales, y desoigan las destructivas luchas dialecticas que se empeñan en teñir el arte de todo lo malo que puede salir del ser humano. Camino es, ante todo, una película sobre la vida y las ganas de vivirla, sobre la juventud, sobre las muchas formas de luchar contra el terrible sino que pesa sobre nosotros: la muerte. Camino es un combate encarnizado entre los que viven en silencio y los que gritan a pleno pulmón; entre los que luchan y los que se arrodillan; entre las preguntas difíciles y las respuestas fáciles. Camino es la prueba más clara de que nuestro cine no está desierto de buenas ideas ni de innovación, y yo la recomiendo a todos aquellos que se han prometido a sí mismos no volver a ver nada del país, por miedo a más caspa y desnudos gratuitos. Una película dura, emocionante, aterradora, que no dejará a nadie indiferente, y que está rebosante de belleza y sensibilidad.

Altamente recomendable.


imagen: flickr

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